En la UNOC3, el mundo finalmente habla de transparencia. ¿Actuará ahora?
- By Melissa Wright, Bloomberg Philanthropies and Tony Long, Global Fishing Watch
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NIZA, Francia — Al concluir la tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos (UNOC3), los líderes mundiales dieron señales tentativas de ir más allá de lo habitual. En el documento final del encuentro, los delegados finalmente reconocieron la tecnología y la transparencia como herramientas fundamentales para proteger nuestros océanos y alcanzar objetivos globales de sostenibilidad como el 30×30, el compromiso de conservar el 30 por ciento de la superficie terrestre y marina del planeta para 2030.
Aunque para algunos esto pueda parecer una nota al pie, para quienes están en la primera línea de la sostenibilidad oceánica es un paso positivo en la dirección correcta, marcando un claro avance desde la Conferencia de los Océanos de la ONU de 2022 en Lisboa, Portugal, donde la transparencia estuvo ausente de la declaración final. En un campo históricamente limitado por la inercia política, la falta de recursos y la débil fiscalización, este reconocimiento representa un cambio claro: se necesita un nuevo enfoque para la gobernanza oceánica, y la transparencia, junto con la tecnología de punta, puede convertir la ambición en acción.
La opacidad ha sido durante mucho tiempo el modo predeterminado de la gestión del mar. Vastas áreas del océano permanecen escasamente monitoreadas, si es que lo están, y sus aguas son vulnerables a la sobrepesca, la destrucción del hábitat, la pérdida de biodiversidad y la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR), que prospera en ausencia de supervisión. Según datos de Global Fishing Watch, hasta un 75 por ciento de la actividad pesquera mundial está ausente de los sistemas públicos de monitoreo. Esta falta de transparencia no es solo una brecha técnica, es, ante todo, una falla de política pública. Sin datos transparentes y accesibles sobre dónde se pesca y quién se beneficia realmente de la actividad pesquera, incluso los objetivos de conservación más ambiciosos corren el riesgo de quedar en gestos vacíos.
De la transparencia a la protección marina
Aunque el documento final de la Conferencia de los Océanos marca un cambio positivo en nuestra forma de abordar la gobernanza oceánica, el giro hacia la transparencia lleva tiempo gestándose. En poco más de una década, el número de embarcaciones pesqueras grandes que transmiten su ubicación mediante sistemas de seguimiento satelital ha crecido significativamente. En 2012, apenas una fracción de la flota mundial compartía su posición por canales públicos. Hoy, cerca de 140.000 embarcaciones (aproximadamente un tercio de la flota pesquera mundial industrial) transmiten sus movimientos mediante tecnologías como el sistema de identificación automática (AIS) y los sistemas de seguimiento de embarcaciones (VMS). Estos avances, impulsados por políticas gubernamentales y compromisos voluntarios, han transformado nuestra capacidad para observar lo que ocurre en el mar.
Las implicaciones son profundas. Gobiernos, investigadores, sociedad civil y periodistas ahora pueden mapear la actividad pesquera con una precisión sin precedentes. Las organizaciones regionales de ordenación pesquera utilizan estos datos para informar mejores políticas. Los gobiernos los aplican para monitorear áreas protegidas y detectar pesca INDNR incluso en algunas de las zonas más remotas del océano. La transparencia ya no es solo un llamado a la sostenibilidad oceánica, está generando resultados tangibles y visibles.
Tomemos el caso del Parque Nacional Isla del Coco de Costa Rica. Ubicado a casi 600 kilómetros de tierra firme, este tesoro ecológico abarca más de 54.000 kilómetros cuadrados y alberga una de las zonas de no pesca más grandes del Pacífico Tropical Oriental. Es una expresión audaz del compromiso de Costa Rica con la meta del 30×30. Pero su aislamiento también lo convierte en un imán para la pesca ilegal. Sin un seguimiento transparente, la fiscalización sería prácticamente imposible. Con él, Costa Rica puede proteger uno de los ecosistemas oceánicos más vitales. De hecho, al aprovechar los datos de seguimiento de embarcaciones y tecnologías de punta como el portal Marine Manager de Global Fishing Watch, Costa Rica logró una reducción del 98 por ciento en la actividad pesquera ilegal dentro de la reserva en 2024.
Al mismo tiempo, al otro lado del mundo, en el Mediterráneo, Albania e Italia colaboraron para usar la transparencia y el monitoreo en la gestión de zonas de pesca clave en el Canal de Otranto. El análisis de la actividad pesquera realizado por Global Fishing Watch en esta área ayudó a esclarecer dónde y cuándo operaban las embarcaciones, especialmente los arrastreros, y puso en evidencia los riesgos que enfrentan ecosistemas vulnerables como los corales de aguas profundas. Esto condujo a la creación de una nueva área de pesca restringida para apoyar la recuperación de las poblaciones locales de peces.
Cuenta regresiva al 2030
Estas victorias son importantes porque evidencian los beneficios clave que la transparencia y la tecnología ofrecen para una gobernanza oceánica sostenible. Pero si el lenguaje adoptado en la UNOC3 quiere estar a la altura de su promesa, ahora todos los gobiernos deben actuar con rapidez para llevar la transparencia del papel al puerto. Eso significa tres cosas:
- Compartir datos debe ser la norma, no la excepción. Los gobiernos deben publicar información sobre la identidad, propiedad y actividad de seguimiento de las embarcaciones. Y deben comprometerse a permitir que diferentes organizaciones intercambien y utilicen datos entre plataformas y partes interesadas.
- Más gobiernos deben acelerar la implementación de tecnologías de punta y de código abierto. Herramientas como las plataformas de monitoreo impulsadas por inteligencia artificial están revolucionando nuestra capacidad para detectar pesca ilegal, evaluar la salud de los ecosistemas y proteger nuestros océanos.
- La transparencia debe ir acompañada de equidad. A medida que avanzamos hacia los objetivos del 30×30, debemos asegurar que los beneficios y el poder de decisión se compartan con quienes más se ven afectados: comunidades costeras, pueblos indígenas y pescadores artesanales.
El mensaje desde Niza es claro: con menos de cinco años para cumplir los objetivos globales de sostenibilidad, necesitamos acciones urgentes, colectivas y medibles. La transparencia y la tecnología no resolverán todos los problemas — pero sin ellas, todas las demás herramientas se debilitan. El océano es demasiado importante como para gestionarlo a ciegas. En la UNOC3, el mundo dio un paso hacia la luz.

Tony Long is the chief executive officer of Global Fishing Watch.

Melissa Wright, Bloomberg Philanthropies